que sólo sumisa me hacen hueco
en sus menguantes vidas, sus anchas camas
y en sus estrechas mentes.
Hombrecitos que se resisten a mirarme
guerrera y poderosa,
capaz de superarles en limpia competencia
sin trampa ni cartón.
Aquí vengo, hombrecitos,
a enseñar mis heridas entre estas cuatro letras
que superan barreras y alzan las alfombras
donde se esconde el miedo
a la alta nobleza de un juego limpio.
Aquí mis armas, aquí mi don de la belleza.
Hombres de talla noble, exijo, porque nobleza doy.
Hombres, que no se midan subidos a pobres pedestales
que el barro de la historia les regaló, quiero
y quiero mucho y quiero bien.
Que llego tarde, cansada de esperar mi turno,
que llego lenta de saltar sus obstáculos,
pero llego cargada del implacable poder
de la paciente espera que me ha hecho fuerte
y alzada sobre mi justa lucha,
más bella que nunca el alma
que, quieran o no, compartimos.
Mi soledad, como aliada durante largas vidas,
es mi bandera ahora, más poderosa,
más llena de esperanza, al aire.
No me detengas que llego firme
y la elegí a ella por compañera.
-Begoña Abad-
Imatge: Kasia Derwinska |
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