Escribir es ladrar en soledad
abandonado a tu suerte,
sin un amo a quien seguir,
sin manada donde cobijarse,
sin collar que te proteja
de cualquier mal.
A cuatro patas buscando
la palabra que roer a solas,
olfateando la huella
de los que ya marcaron territorio.
Si hay suerte, quizás una noche
alguien que escuche ese ladrido
y ande buscando un perro,
quiera llevarte a su casa
y te acaricie el lomo.
No sabrás si es por lástima
o de verdad les ha gustado
el color de tu pelaje,
el hocico húmedo
o la metáfora de tus ojos.
abandonado a tu suerte,
sin un amo a quien seguir,
sin manada donde cobijarse,
sin collar que te proteja
de cualquier mal.
A cuatro patas buscando
la palabra que roer a solas,
olfateando la huella
de los que ya marcaron territorio.
Si hay suerte, quizás una noche
alguien que escuche ese ladrido
y ande buscando un perro,
quiera llevarte a su casa
y te acaricie el lomo.
No sabrás si es por lástima
o de verdad les ha gustado
el color de tu pelaje,
el hocico húmedo
o la metáfora de tus ojos.
Begoña Abad
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