Qué poco
hombres los hombres de mi vida
matando a sus
mujeres
con la
palabra áspera, con el silencio amargo,
con la mano
escondida o alzada amenazante,
con la mirada
turbia, juzgadora, oscura,
con la
espalda vuelta para no saber,
con la
cobardía y el miedo ante el abuso de poder.
Qué poco
hombres los hombres de mi vida
para tanta
mujer como parió mi madre
sin saberlo
siquiera.
La maldición
de la madre tierra cayó sobre ellos.
Que hasta el
último aullido de la loba
siga sonando
en sus oídos
también para
los destetados que mamaron su leche
y no supieron
aprender de su dulzura y su grandeza.
-Begoña Abad-
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