La Ley de Memoria Histórica de 2007 obliga a quitar
todos los símbolos y monumentos que exalten el franquismo. Sin embargo, existen
calles y edificios, placas conmemorativas e insignias que ensalzan a altos
cargos y funcionarios franquistas.
Mientras respire saludable en cada renglón de la historia,
mientras no sean vencidos y arrancados sus honores,
mientras sea acunado con sus sables,
y su estertor no sea celebrado por los que lo sobrevivieron,
vive el tirano.
Mientras los nostálgicos con el brazo en alto peregrinen hacia el valle,
mientras se apelotonen en las iglesias para esperar el milagro de su retorno,
mientras por las calles se paseen generales y fieles mirando sus nombres propios escritos en mapas y en paredes,
vive el tirano.
Vive en la cruz y en la estatua,
en uniformes y calendarios,
en fachadas, en aspas, en flechas,
en el águila que sobrevuela paciente y hambrienta,
en misas dominicales y
en canciones impúdicas cantadas al sol y por la cara.
Vive el tirano, claro que vive.
Y mientras viva con paz su memoria ultrajante
los que sí merecieron una tumba noble
arañarán la tierra hasta hacernos sangre.
Silvia Delgado.
"Venid a ver la sangre de mi memoria herida"
Ed. Reflector, 2017
Foto: Xarxa
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